REFLEXION 102

Hijo mío no te olvides de mí enseñanza, y tu corazón guarde mis mandamientos porque largura de días y años de vida y paz te añadirán. (Proverbios 3: 1y 2).

Su madre la llevaba de la mano por las solitarias calles de un pequeño pueblo polvoriento y húmedo, todos los días, para la escuela del pueblo y los domingos a la Iglesia. Existía una escuela y una Iglesia cristiana dedicada cien por ciento al estudio de la palabra de Dios. Araminta era muy inteligente y ponía mucha atención tanto a las enseñanzas de la escuela como en el templo de la Iglesia cristiana donde asistía. Era la compañera inseparable de la madre, abandonada por padre  y luchando en aquel pueblo por educar, sostener y sacar a su hija adelante. Cada día los recursos eran menos, escaseaban, el medio de subsistencia era una casa que le dejó de herencia su madre,  vivía en la mitad de dicha casa con su hija y la otra mitad la tenía arrendada. En algunas ocasiones recibía la ropa de las vecinas para lavado y planchado y de esta manera se ayudaba para los gastos del hogar y las necesidades de su hija infante. Los años pasaron y las necesidades de la familia aumentaban y cada día la devoción hacía el Dios creador también aumentaba, la fe y la esperanza se daban la mano en el corazón de Araminta y su madre quienes, a pesar de las necesidades guardaban los mandamientos y eran fieles a los mandatos de Dios que les daba una paz que el mundo no puede dar. Con esta vida eran felices madre e hija hasta llegar a la vejez. Araminta con los esfuerzos de su madre terminó una carrera profesional y con sus propios esfuerzos recibió un doctorado. La situación de la familia cambió la madre pudo disfrutar de los cuidados y atenciones de su hija. Esa madre vivió 112 años cuidada y apoyada por su hija. Araminta se casó tubo hijos que eran la alegría de su hogar y especialmente de su abuela.

Esta historia muestra la fe de una mujer que en las calamidades de la vida confiaba ciegamente en su Señor y tuvo su recompensa.

Hermanos, nuestra fe debe estar en las cosas de arriba y no en las de la tierra, esta historia es muy similar a la del rico y el mendigo que como ejemplo se encuentra en la Biblia donde el pobre tuvo su recompensa en el cielo y el rico en la tierra. Dios pone pruebas difíciles para mostrar la fidelidad de sus hijos y da la recompensa en el tiempo de Él. A veces de inmediato, otras veces pasa el tiempo pero aunque tarde no olvida. Siempre la da en el tiempo exacto. Aprendamos a tener contentamiento en las buenas y en las malas porque Dios nos da las calamidades para fortalecer nuestro espíritu y hacer frente a las necesidades.