HECHA SOBRE EL SEÑOR TU CARGA, Y ÉL TE SUSTENTARÁ; EL NUNCA PERMITIRÁ QUE EL JUSTO SEA SACUDIDO. (Salmo 55: 22).

En una ciudad francesa, en el año 1850, un par de comerciantes necesitaban transportar una carga valiosa de un pueblo a otro pero los caminos terrestres estaban llenos de asaltantes. Los dueños de la carga contactaron a un experto de la época en la construcción y manejo de globos aerostáticos de diferentes capacidades y consideraron que era la solución para la seguridad de su mercancía. Además del valor de la carga, estimaron que sería una experiencia única hacer un viaje en esas condiciones poco usual y, emocionante desde todo punto de vista. Después de sacar cuentas, mirar las condiciones favorables, el pro,  el contra, decidieron contratar al propietario del globo para cargar lo que llevarían y darse el paseo. Antes de partir en la aventura de sus vidas estaban ansiosos de ver el mundo desde arriba según su criterio y apreciar lo que muchos no habían visto, se consideraban privilegiados por esa oportunidad y tenían que aprovecharla. Llegó el día de  salir y la ansiedad se les transformó en miedo pero ya no había nada que hacer, la suerte estaba echada y era más difícil retractarse que continuar. Salió la aeronave con multitud de colores rompiendo el viento rumbo al destino acordado con el experto conductor y los dos contratantes llevando en su canasta base, la mercancía instalada. Desde las alturas apreciaban el amplio paisaje que les brindaba el momento a la velocidad que llevaban, la emoción era grande que parecían niños con juguete nuevo transformando sus miedos en deleite y placer. De pronto el globo comenzó a perder altura, las maniobras del conductor no eran respondidas por el aparato, seguían bajando y antes de estrellarse contra unos gigantescos árboles en la punta de un cerro, el experimentado conductor comenzó a tirar la mercancía, los propietarios se opusieron, más, era la única solución,  la mercancía o la vida. El globo se elevó ya liviano y pasaron a medio metro de las cúspides de los gigantes terrestres.

Esta historia demuestra que nada material es más importante que la vida, la tranquilidad de estar en paz y libre para seguir luchando. Fue una experiencia y una enseñanza.

Hermanos, cuando nos sintamos cargados y pesados por las penas y las cargas de la vida, entrégalas al Señor que Él te sustentará y te dará la paz que el mundo no puede dar. La inquietud o ansiedad, son expresiones del pecado. Jesús nos exhorta a no preocuparse por las cosas terrenales, la ansiedad es vencida por la confianza en Dios, echando nuestras cargas en Él.